La rueda del destino

Laia Aubareda Dalmau

¿Saben lo que es un Koan? La cultura zen tradicionalmente lo ha definido como aquella sentencia paradójica de milenaria tradición dirigida a elevar la conciencia a la plenitud. Para llegar a ella, los maestros zen narran una breve historia a sus alumnos cuyo significado real sólo llegan a conocera través de la reflexión y del pensamiento lateral.

El Koan del rinoceronte es uno extremadamente adecuado para hacer referencia a la experiencia de un Juez ante el primer destino y refiere sucintamente en los siguientes términos: 

El maestro zen Yanguan tenía un ayudante que había llegado desde el desierto siguiendo la Ruta de la Seda. (…). La gente acudía a Yanguan porque sufría y no sabía qué otra cosa hacer. El ayudante solía estar presente en las conversaciones públicas del maestro, y éste notó que Yanguan tenía el don de escuchar sin establecer distancia entre él y los visitantes. (…)

Un viajero le había regalado al gobernador un abanico de cuerno de rinoceronte y, cumpliendo con la regla zen de que los objetos caros e inútiles afluyen hacia quienes no les otorgan importancia, el gobernador le había regalado el abanico a Yanguan. Todo el mundo se olvidó del asunto, hasta que un día de verano Yanguan pidió:

— Tráeme el abanico de rinoceronte

— El abanico está roto— contestó el ayudante

— En ese caso — dijo Yanguan—, tráeme el rinoceronte.

El ayudante se quedó helado y mudo.

Otro de los presentes, Zifu, dibujó un círculo y escribió dentro los caracteres de la palabra rinoceronte. (…)

Todo esto ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Yanguan acababa de pedir el rinoceronte, y Zifu, el otro estudiante, estaba dibujando los caracteres. El ayudante estaba fascinado por los movimientos del pincel, que parecían los adecuados. Era un gesto perfecto entre otros muchos”.

En primer lugar, este Koan trata de dar confianza al que busca soluciones frente a lo desconocido. En el primer destino, se debe entrar en zonas no iluminadas para solucionar problemas variopintos e inesperados, no puedes pretender encontrar las llaves perdidas en un callejón oscuro si sólo buscas debajo de la única farola encendida. En las fases previas de preparación, nos movemos siempre en la zona de confort (Juzgados grandes, con medios, magníficos tutores-cómplices a los que acudir…) mientras que, tras la toma de posesión, el escenario es justamente el opuesto y, en ocasiones, el temor a equivocarte puede helarte y enmudecerte. Tener miedo es una reacción natural y más aún cuando se toman medidas sin los medios ordinarios frente a escenarios extraordinarios. En definitiva, hay que hacerse la idea de que las resoluciones que imaginabas que elaborarías como arte pasan a ser pura artesanía. No obstante, no hay motivo alguno para sentirse inseguro, tal y como uno descubre, se ha recibido la preparación adecuada y más que suficiente. Ser Juez de pueblo es un reto, no cabe duda alguna, pero no es aceptable quedarse estancado. 

En segundo lugar, el Koan también evidencia el enorme número de oportunidades que podemos aprovechar a nuestro favor. A modo ejemplificativo, las oficinas de pueblo suelen carecer del mimo, cariño e ilusión que les es debido. Nótese que son el último eslabón del sistema y, normalmente, sus plazas tienen muchísima rotación. Sólo hay una oportunidad para causar una primera impresión y una buena implicación seguramente será más agradecida de lo habitual, más aún, si se pone en comparación con destinos voluntarios. Disfrutar de la calidad humana que te ofrecen estos sitios es un privilegio y una experiencia incalculable que permite crecer jurídicamente (puesto que a través de su experiencia mucho tienen que aportar) y como persona.

El último de los mensajes que transmite el Koan es que jamás hay que conformarse y que siempre se puede mejorar. Regenerando un poco estos lugares se les puede sacar mayor rendimiento. Empezando por las cosas más sencillas como podría serminimizar trámites burocráticos en gestiones básicas (es inaceptable que la reparación de la calefacción en un pueblo de alta montaña conlleve meses de espera o el envío de seis calefactores de los cuales tres están rotos y dos funcionan mal); pasando por asuntos más complejos como remiendos que ni tan siquiera requieren de desembolso económico (por ejemplo, ofertar plazas cercanas para que parejas o grupos de compañeros las cojan con la expectativa de compartir nuevas experiencias y sentirse más arropados). Es cierto que la complejidad del sistema lo hace difícil pero, como se puso de manifiesto anteriormente, por un lado, el pensamiento lateral es una habilidad necesaria que se adquiere al entrar y, por otro, la mediación es una habilidad más que trabajada desde el inicio de la Escuela Judicial.

(Imagen: La Tōkaidō, 1865, Felice Beato)

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