La amnistía como nueva verdad
Pablo Baró
Magistrado
Artículo publicado en El Mundo el 3 de noviembre de 2023
Winston Smith, el protagonista de la novela de Orwell, 1984, trabajaba en el Ministerio de la Verdad, que se encargaba de las mentiras. Luego estaban el Ministerio de la Paz, que se ocupaba de la guerra; el del Amor, sobre las torturas; y el de la abundancia, cuyo cometido era el de la inanición. De todos, siempre me fascinó el de la Verdad, preocupado por buscar su certeza conforme a sus propias reglas, lo que al final desemboca siempre en falsear la realidad para reescribir la historia que se desea tener.
En eso estamos, en reescribir nuestra historia. O, si lo prefieren, en manipular nuestra memoria. Y para eso, por ejemplo, se constituyó la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, para trazar los lindes de los recuerdos colectivos. Quién quiere hacer el esfuerzo de retener lo que pasó, cuando el Estado puede hacer esa labor por ti. Y para eso tendremos también – si finalmente no impera una mínima dosis de cordura -, una ley de amnistía, para decirnos que en el año 2017 nunca hubo un atentado contra el orden constitucional en Cataluña. Porque eso no sucedió. Solo un grupo de personas, miembros de un Govern y un Parlament, que, usando su posición y el poder que les habían conferido las leyes, trataron de imponer su texto constitutivo por encima de la Constitución y del propio Estatut. Parece que se nos olvida que los golpes de estado ya no exigen entrar con armas en los parlamentos, aunque se retransmitan igual. Tampoco hubo acoso a jueces, ni a fiscales ni policías. Ni fractura de la sociedad provocada por unos pocos. Ni violencia en las calles. Ni huida masiva de empresas. No se esfuercen en recordarlo, la memoria colectiva nos ayudará a superarlo. Como ayudará, también, a todos los servidores públicos a superar que un día actuaron conforme al ordenamiento jurídico porque creíamos en el imperio de la ley y en que nadie está por encima de la misma. Porque hoy no merecemos el refrendo del Estado, merecemos su señalamiento, su dedo acusador. Porque con la amnistía no se trata solo de rehabilitar al delincuente, sino fundamentalmente de atacar al Poder Judicial y, en último término, al propio Estado y al conjunto de la sociedad, alterando las reglas básicas de juego. Una sociedad moderna que presume de un Estado democrático y de derecho no puede permitirse el lujo de banalizar las normas, máxime cuando quien las desprecia es a la vez quien las crea y, en este caso, el directo beneficiario de la amnistía. ¿Hace falta que les recuerde el peligro que puede llegar a suponer que quien gobierne se autoaministíe, porque autoindultarse y derogar su delito le pareció insuficiente? Minucias. La amnistía es amor. Es paz. Es abundancia. Y lo más importante, es verdad, porque recuerden, nunca pasó nada en Cataluña. Todo lo demás es producto de su imaginación.
(Imagen: fotograma de «1984», dirigida por Michael Radford)
